El secreto de Michael Phelps

(Vía: Ticespor)

De chico, le tenía miedo al agua. Dicen que sus deportes preferidos eran el béisbol y el fútbol. Sin embargo, su realidad familiar lo llevó a encontrar, por esas cosas del destino, su refugio en la natación.

A los once años se cruzó con Bow Bowman, su mentor. Con él empezó a entrenar y a perfeccionar estilos. Con el tiempo, el técnico se convirtió en un segundo padre y Phelps entendió que la natación estaba en su ADN. Su hazaña más recordada es la de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y sus ocho oros. Algo que muchos clasificaron como “doping tecnológico”.

El padre de la criatura es el Speedo LZR Racer, un traje diseñado con la ayuda de la NASA y programas de simulación de dinámica de fluidos de la empresa ANSYS. Según explica el Blog de Ingeniería, en uno de sus posts, el traje constituía un tejido biométrico diseñado para emular las características hidrodinámicas de la piel del tiburón. Por medio de los programas de simulación de fluidos fue posible determinar puntos estratégicos del nadador donde la fricción aumentaba y así optimizarlos al máximo.

Desde que en febrero de 2008 aparecieron este tipo de mallas, se marcaron 179 récords mundiales. A partir de ahí la Federación Internacional de Natación (FINA) prohibió el uso de estos trajes; según detalla Ezequiel Fernández Moores en “La trampa del récord”, publicada el 4 de agosto de 2009 en canchallena.com, algunos dirigentes proponen que los récords de 2008-09 lleven un asterisco que indique que fueron obtenidos en tiempos de bañadores plásticos, esta iniciativa no convence porque detrás hay un juego de publicidad y marketing.




La FINA, luego del antecedente de 2008, modificó los requisitos para la homologación de los trajes de baño utilizados en el Mundial de Roma de 2009. La nueva normativa se encargó de prohibir ayudas externas al nadador tales como le reducción del dolor o la electro-estimulación.
Federaciones de países con escasos recursos económicos pusieron el grito en el cielo por los altos precios de esta indumentaria, lo cual constituye una ventaja antideportiva para quienes tienen dinero para comprárselos (cuando se lanzó costaba 325 libras esterlinas, equivalente a 436 euros).

De aquí en adelante se plantea el debate en torno a las fuerzas externas que potencian al deportista y ayudan a las grandes marcas a facturar con la imagen del campeón de turno.

0 Comentarios: